Alebrijes: Criaturas Fantásticas del Imaginario Mexicano
En un taller colorido en las montañas de Oaxaca, figuras de alebrijes de todos tamaños y colores llenan las mesas y paredes. Con cuerpos de dragón, alas de mariposa y patas de león, estas criaturas parecen tener vida propia bajo la destreza de los artesanos. Tomás, un joven con gran habilidad, es guiado por su maestro, Don Beto, en el arte de dar forma a estos seres únicos. Su hermana Alma lo observa desde la entrada, con una mezcla de admiración y preocupación.
Tomás: Mira, Alma. Este es mi nuevo alebrije. Me gusta mezclar colores y formas diferentes.
Alma: ¡Es increíble! Pero… ¿no has notado algo raro? A veces parece que tus alebrijes te miran o… se mueven.
Don Beto: (Acercándose) Eso que dices, Alma, es porque los alebrijes de Tomás tienen un toque especial. No todos los artesanos logran darles esa esencia.
Tomás: ¿De verdad, Don Beto? Yo solo sigo lo que siento al crearlos, pero últimamente, tengo sueños extraños donde mis alebrijes cobran vida.
Don Beto: No te sorprendas. Aquí en este pueblo, se dice que algunos artesanos tienen el don de infundir vida en sus creaciones. Es una especie de magia. Pero con ese don viene una gran responsabilidad.
Alma: ¿Magia? Eso suena como una leyenda.
Don Beto: Puede que así sea, pero en este pueblo sabemos que cada alebrije esconde un espíritu, una criatura que representa la esencia de la naturaleza. Tomás, tú tienes un don especial. Pero debes aprender a controlarlo.
Tomás: (Intrigado) ¿Controlarlo? ¿Qué significa eso, Don Beto?
Don Beto: Significa que debes respetar y conocer los poderes que tus creaciones te otorgan. No todos los alebrijes son amistosos, y algunos pueden ser difíciles de manejar.
Alma: Tomás, ¿no crees que esto puede ser peligroso?
Tomás: No lo sé, Alma. Pero siento que debo continuar. Cada vez que termino un alebrije, es como si él mismo me hablara, guiándome en el próximo. Es algo que no puedo ignorar.
(Una noche, mientras trabaja en su taller, Tomás nota que uno de sus alebrijes se mueve ligeramente. La figura parece observarlo con ojos llenos de vida.)
Tomás: (Sobresaltado) ¿Eres tú? ¿Realmente tienes vida?
Alebrije: (En voz baja) Sí, joven artesano. Tú nos has dado forma, y ahora estamos conectados.
Tomás: ¡Increíble! Pero, ¿qué significa esto? ¿Qué debo hacer ahora?
Alebrije: Cuídame y respeta mi esencia. No todos los artesanos tienen el poder que tú posees. Ayúdame a preservar el equilibrio entre el mundo de los vivos y los espíritus.
Don Beto: (Entrando al taller) Tomás, ¿escuchaste eso? Ten cuidado. Los alebrijes tienen sabiduría, pero algunos también albergan energías difíciles de controlar.
Tomás: Lo sé, Don Beto. Prometo que solo crearé alebrijes con respeto. Entiendo ahora que cada uno de ellos es más que una figura; es una conexión con el mundo de los espíritus.
Don Beto: Entonces estás listo para el verdadero arte de los alebrijes. Nunca olvides que mientras tengas respeto y humildad, tus criaturas estarán de tu lado.
Con una mezcla de asombro y respeto, Tomás comprende la profundidad de su don. Esa noche, el joven artesano promete proteger el equilibrio entre ambos mundos, creando no solo con sus manos, sino con su corazón.
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